La década de 1980 contempló atónica el gran estallido de un nuevo fenómeno musical: la invasión electrónica. No es que antes ésta no existiera, y ahí están Vangelis, Jean-Michel Jarré o Isao Tomita para probarlo, pero fue en dicha década que los teclados y sintetizadores se tomaron el mapa. Y entre las varias estrellas que se cayeron al reinado del Casio, está la cantante simplemente conocida como Sandra, pero a quien llamaremos Sandra Cretu por su insigne marido, aunque sea para no confundirla con otras Sandras que andan dando vueltas por ahí, como Sandra Schelet por ejemplo, que al igual que nuestra heroína...
...también es de nacionalidad alemana. Porque si se quiere electrónica de la buena, no queda más remedio que volverse hacia la gran patria alemana, el alma y corazón de los hombres máquina, que llevan lo electrónico y lo maquinal dentro de la sangre. Ahí está Human League para testimoniarlo, por no hablar de cosillas más siniestras (¿alguien dijo Rammstein?).
En realidad, no se puede decir que Sandra sea una gran artista por sí misma, en lo que a composición se refiere, y de hecho su carrera ha estado constantemente empujada desde atrás por otras gentes con las cuales ha trabajado en colaboración. Pero debemos admitir que Sandra destaca con colores propios en medio del mapa de clones de Madonna que surgieron a mediados de la década de 1980. Porque Sandra en realidad venía con carrera desde su tiempo antes, y había partido nada menos que... ¡en la música disco!
Hagamos historia. Sandra Ann Lauer nació en 1962, en un pueblo alemán cercano a la frontera francesa. Con apenas 17 años, en 1979, Sandra se unió a un grupo de eurodisco llamado Arabesque. Si ustedes son españoles con solera suficiente para acordarse de un número llamado Baccara, piensen en Arabesque como una especie de versión alemana del mismo concepto. Arabesque era en lo esencial uno de esos productos musicales de diseño en que un productor contrata a tres chicas resultonas para cantar canciones también prefabricadas, y que en realidad yacería en el más completo olvido si no fuera porque Sandra partió ahí. Sandra ni siquiera fue una de las Arabesque originales, porque entró en un cambio de alineación, junto con otra persona. Como suena: la segunda alineación de Arabesque, en la que entró y participó Sandra, reemplazó a dos tercios de la primera. Huelga decir que las canciones de Arabesque no quedaron ni para clásico de culto, y las otras integrantes se perdieron en el vacío, aunque parece que desarrollaron algo de culto en Japón.
Pero dicho período fue capital para Sandra por una razón: allí fue donde conoció al tecladista Michael Cretu, que en esa época trabajaba para el productor que había impulsado la carrera de otros grandes del eurodisco, a saber, de Boney M. Cuando a comienzos de la década de 1980 ya no daba más de sí el proyecto Arabesque, Sandra y Michael se instalaron en Munich, ahora en una relación romántica, y trataron de impulsar la carrera de ella como cantante en solitario, con el tema "Japan ist weit", un curioso cover del exitazo "Big in Japan" de Alphaville, que no tuvo demasiado éxito. Huelga decir que Sandra en adelante cambió el alemán por el inglés: en la época aún no se estilaba que los cantantes alemanes pudieran utilizar su propio idioma nativo para tener proyección internacional, como lo prueba que Kraftwerk grababa todos sus discos por duplicado, en alemán para Europa y en inglés para el mercado anglo.
El gran momento de Sandra vino en 1985, con el lanzamiento del disco "The Long Play". De ser una especie de clon de ABBA, Sandra había devenido ahora en una clon de Madonna, incluyendo estilo de canto y look, como lo prueba su gran exitazo "(I'll Never Be) Maria Magdalena", tema que quien no lo conoce de nombre, no puede menos que reconocerlo de oído. Lo que marcó la diferencia para Sandra, además de su agudísima voz, fue por supuesto que Michael Cretu era el hombre componiendo las canciones por detrás. Los singles que Sandra iba a sacar en años sucesivos, iban todos a ser una eximia mezcla de elegancia electrónica con diversión y liviandad. "The Long Play" engendró también el segundo mayor acorazado en el repertorio de Sandra, que es "In the Heat of the Night".
Los dos siguientes discos de Sandra, "Mirrors" e "Into a Secret Land", marcan un refinamiento de la fórmula anteriormente desarrollada en "The Long Play", pero aunque la música de la dupla conformada por Michael Cretu en la composición y Sandra en la interpretación estaba evolucionando, falló en atraer las audiencias masivas de su primer éxito. Sandra quedó de hecho confinada al mercado europeo, en donde el ítalo dance tenía alguna proyección, pero para el mundo anglosajón quedó como una one-hit-wonder más. De manera contemporánea, la electrónica pop estaba completamente dominada por los productores Stock Aitken y Waterman, cuya aproximación a la electrónica era descaradamente más primaria y comercial. La carrera de Sandra se fue entonces apagando con lentitud. No ayudó tampoco que a comienzos de la década de 1990, la electrónica pasara de moda y el rock depresivo se tomara la cartelera por un tiempo: en este clima fue que Sandra compiló todos sus grandes éxitos en el disco "18 Greatest Hits" de 1992, precisamente. Si ustedes le echan mano a un compilatorio del 2003 llamado "The Essencial", es la misma cosa, ya que se trata de la reedición de los mismos 18 temas incluso en el mismo orden del anterior, aunque con otra carátula y arte interior: si se han agenciado uno de los dos, no necesitan el otro, salvo por completismo.
Pero no fue el final. En paralelo Michael Cretu había desarrollado su propia carrera en la electrónica alemana underground, y en la década de 1990 se volvió hacia un estilo entonces en desarrollo, que él acabaría por consolidar, y que a falta de otro nombre mejor acá en Pulpdroid Mix llamamos electrónica gregoriana. En 1991 salió a la venta el disco "MCMXC a.D.", el primero de Enigma, en que ahora Michael Cretu tenía el protagonismo absoluto: la relación se invirtió, y Sandra fue quien proporcionó las voces de fondo. Toda una sorpresa, habida cuenta de que cuesta identificar en esas voces graves y atmosféricas a la cantante chillona que fue Sandra en sus primeros años como solista.
Durante la década de 1990, Sandra lanzó aún otro disco más ("Fading Shades" en 1995), que pasó completamente desapercibido. Eso, al tiempo que seguía proporcionando voces de apoyo a Enigma. Pero después de un tiempo más bien consagrada a la vida familiar, Sandra decidió regresar a las pistas. En la década de 2000 regresó con la modesta cantidad de tres discos: "The Wheel of Time" en 2002, "The Art of Love" en 2007, y "Back to Life" en 2009. Ya un tanto fuera de su época, Sandra se reinventó como una cantante más madura, más comprometida con la elaboración de sus propias canciones más allá de sólo interpretarlas, alejada de los excesos más propios de la electrónica de su gran década, aunque no dejó de homenajear a Depeche Mode con un cover de su tema "Freelove" (del disco "Exciter" de Depeche Mode, aparece en "The Wheel of Time"). O su cover de "All You Zombies", que aparece en "The Art of Love" del 2007. Sandra ya no es un fenómeno musical sino una cantante que encontró su camino hasta transformarse en una madura presencia escénica, evolucionando más lejos de lo que fue su pasado y revisitándolo en la medida justa para no ser devorada por el efecto nostalgia.
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